La frase “Los que aman profundamente nunca envejecen, pueden morir de vejez pero mueren jóvenes” nos invita a considerar la naturaleza del amor no como una emoción pasajera, sino como una fuerza vital que desafía el paso del tiempo. Físicamente, el cuerpo inevitablemente envejece y se deteriora, pero el espíritu de quien ama de verdad se mantiene siempre joven.
Este concepto de “juventud” no se refiere a la ausencia de arrugas o canas, sino a la persistencia de cualidades que asociamos con la juventud: la curiosidad, la pasión, la inocencia, y la capacidad de asombro. Quienes aman profundamente, mantienen viva esa chispa. Su perspectiva del mundo sigue siendo fresca y optimista, sin importar cuántos años hayan vivido.
En la última etapa de sus vidas, es posible que sus cuerpos estén cansados y frágiles, pero su esencia permanece intacta. Mueren “jóvenes” en el sentido de que su alma nunca se rindió a la resignación o al cinismo que a menudo acompaña el paso de los años. Dejan el mundo con el corazón lleno, demostrando que el amor es el verdadero motor de la vida, uno que no se marchita con el tiempo, sino que florece eternamente.
Nota: Reflexión hecha con IA – Gemini.

